De como una "mentirijilla"
puede acarrear complicaciones
Sabía que mi clase de moral tendría consecuencias, y así ha sido. Y es que no me quedé muy tranquila con la lección que yo, encarnando el personaje de profesor Gardield, impartí en el colegio de peluches...
La verdad es que me di cuenta en aquél mismo momento, cuando, actuando mi nieto en nombre del peluche monito (recomiendo leer la entrega anterior, para entender de qué va la cosa...) me preguntó a mi, profesor Garfield, si se podía decir alguna vez una mentira pequeñita para evitar problemas mayores, y yo le dije que sí... ¡error! me perdió la tentación de querer parecer una abuela simpática y traviesa, porque quería que él (mi nieto) me sintiera próxima y divertida ¡pecado de abuela!

Resulta que le habían puesto en la cartera escolar durante algunos días, cada mañana, una manzana para que la comiera en el tiempo que para eso tienen asignado en el cole. Y cada tarde le han preguntado los atentos padres ¿te has comido la manzana? pregunta inocente donde las haya, a la que el peque invariablemente ha contestado, durante los tres o cuatro días, que sí. Y todo, con el único fin de que hubiera paz y armonía en la familia, por lo que, si bien se mira, lo único que puede decirse de ese comportamiento es que demuestra ser un niño sensible y detallista.

Lo siento, cariño mío, no te lo expliqué bien ¡es tan difícil precisar las cosas! ¿quién puede decir exactamente dónde acaba una mentirijilla y dónde empieza una mentira? ¿cómo puedes imaginar tú, inocente criatura, que tus padres va a ser más felices oyendo lo que no quieren oír ("no me he comido la manzana porque no me gusta") que escuchando precisamente lo que ellos quieren que les digas? (sí, me he comido la manzana). Lo sé, todo esto es muy complicado, para un niño y para una persona mayor...
Por eso, para el próximo día que juguemos a colegios con los peluches ¡me pido profesora de geografía!
Por eso, para el próximo día que juguemos a colegios con los peluches ¡me pido profesora de geografía!
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